viernes, 20 de febrero de 2009

El trono


Ciudad de México, Palacio Nacional, diciembre de 1914.
El campo, alzado en revolución, invade el planeta urbano. El norte y el sur, Pancho Villa y Emiliano Zapata, conquistan la ciudad de México.
Miestras sus soldados, perdidos como ciego en tiroteo, dan vueltas por las calles pidiendo comida y esquivando másquinas jamás vistas, Villa y Zapata entran al palacio del gobierno.
Y Villa ofrece a Zapata la dorada silla presidencial.
Zapata no la acepta.
- Deberíamos quemarla - dice - Está embrujada. Cuando un hombre bueno se sienta áquí, se vuelve malo.
Villa se ríe como se fuera chiste, desparrama sobre la silla su grande humanidad y posa ante la cámara de Agustín Víctor Casasola.
A su lado, Zapata se ve ajeno, ausente, pero mira la cámara como si disparara balas, no flashes, y con los ojos dice:
- Lindo lugar para irse.
Y al rato nomás, el jefe del sur se vuelve al pueblo de Anenecuilco, su cuna, su santuario, para seguir rescatando, desde allás, las tierras robadas.
Villo no demora en imitarlo:
- Este rancho está muy grande para nosotros.
Los que después se sientan en la codiciada silla, la de los dorados oropeles, presiden las matanzas que restablecen el orden.
Zapata y Villa caen, asesinados por traición.
Eduardo Galeano

viernes, 23 de enero de 2009

Puños alzados al cielo



Ciudad de México, Estadio Olímpico, octubre de 1968.

La bandera de las barras y las estrallas flamea, triunfante, en el mástil más alto, mientras vibran los acordes del himno de los Estados Unidos.

Suben al podio los campeones olímpico. Y entonces, en el momento culminante, Tommie Smith, medalla de oro, y John Carlos, medalla de bronce, negros los dos, estadounidenses los dos, alzan sus puños cerrados, en guantes negros, contra el cielo de la noche.

El fotógrafo de "Life", John Dominis, registra el acontecimiento. Esos puños alzados, símbolos del movimiento revolucionario Panteras Negras, denuncian ante el mundo la humillación racial en los Estados Unidos.

Tommie y John son inmediatamente expulsados de la Villa Olímpica. Nunca más podrán participar en ninguna competición deportiva. Los caballos de carreras, los gallos de riña y los atletas humanos no tienen el derecho de ser aguafiestas.

La esposa de Tommie se divorcia. La esposa de John se suicida.

De regreso a su país, nadie da trabajo a esos metelíos, John se las arregla como puede y Tommie, que ha conquistado once récords mundiales, la va coches a cambio de la propina.


Eduardo Galeano
Espejos