viernes, 20 de febrero de 2009

El trono


Ciudad de México, Palacio Nacional, diciembre de 1914.
El campo, alzado en revolución, invade el planeta urbano. El norte y el sur, Pancho Villa y Emiliano Zapata, conquistan la ciudad de México.
Miestras sus soldados, perdidos como ciego en tiroteo, dan vueltas por las calles pidiendo comida y esquivando másquinas jamás vistas, Villa y Zapata entran al palacio del gobierno.
Y Villa ofrece a Zapata la dorada silla presidencial.
Zapata no la acepta.
- Deberíamos quemarla - dice - Está embrujada. Cuando un hombre bueno se sienta áquí, se vuelve malo.
Villa se ríe como se fuera chiste, desparrama sobre la silla su grande humanidad y posa ante la cámara de Agustín Víctor Casasola.
A su lado, Zapata se ve ajeno, ausente, pero mira la cámara como si disparara balas, no flashes, y con los ojos dice:
- Lindo lugar para irse.
Y al rato nomás, el jefe del sur se vuelve al pueblo de Anenecuilco, su cuna, su santuario, para seguir rescatando, desde allás, las tierras robadas.
Villo no demora en imitarlo:
- Este rancho está muy grande para nosotros.
Los que después se sientan en la codiciada silla, la de los dorados oropeles, presiden las matanzas que restablecen el orden.
Zapata y Villa caen, asesinados por traición.
Eduardo Galeano

No hay comentarios:

Publicar un comentario